Hoy hace un año de los terribles sucesos ocurridos el 7 de octubre, el día en que Hamás perpetró en Israel un atentado terrorista a gran escala que causó la muerte a más de 1.250 ciudadanos israelíes y extranjeros, entre ellos niños, niñas y mujeres.
Más de 250 personas fueron secuestradas y llevadas a Gaza, muchas de ellas mujeres, niñas y niños.
El atentado del 7 de octubre dejó graves secuelas anímicas y, por eso, hoy recordamos a todas aquellas personas cuyas vidas cotidianas se vieron truncadas por una muerte brutal y por actos indescriptibles de violencia, incluida violencia sexual.
En esta fecha, la comunidad mundial alza su voz para reiterar su absoluta condena de los abominables actos cometidos por Hamás, incluida la toma de rehenes.
A lo largo del último año me he reunido con las familias de los rehenes… he podido conocer mejor la vida, las esperanzas y los sueños de sus seres queridos… y he compartido su angustia y dolor.
Pero no puedo ni imaginar la tortura que tienen que soportar día tras día. Y exijo una vez más la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes.
Hasta que llegue ese momento, Hamás debe permitir que el Comité Internacional de la Cruz Roja visite a los rehenes.
El 7 de octubre es, naturalmente, una fecha para reflexionar sobre los sucesos de aquel espantoso día. Por mi parte, me solidarizo con todas las víctimas y sus seres queridos.
Aquel 7 de octubre desencadenó una oleada de violencia y derramamiento de sangre de proporciones aterradoras.
La guerra que siguió a los terribles atentados de hace un año sigue destrozando vidas e infligiendo un profundo sufrimiento a la población palestina de Gaza, y ahora también al pueblo del Líbano.
A este respecto, me he expresado de forma muy clara y en numerosas ocasiones.
Ya es hora de liberar a los rehenes; es hora de silenciar las armas; es hora de poner fin al sufrimiento que devora la región. Ha llegado la hora de la paz, el derecho internacional y la justicia.
Las Naciones Unidas mantienen su pleno compromiso de lograr esos objetivos.
En medio de tanta sangre derramada y tantas disensiones, hemos de aferrarnos a la esperanza.
Honremos la memoria de las víctimas, reunamos a las familias y pongamos fin al sufrimiento y la violencia en todo Oriente Medio.
Y tratemos sin descanso de alcanzar una solución duradera del conflicto que permita a Israel, Palestina y todos los otros países de la región vivir por fin en paz y con dignidad, respetándose mutuamente.